lunes, 24 de septiembre de 2007

¿QUEMARAN EL DICCIONARIO?

No hace muchos días, me planteaba la pérdida de los valores clásicos de la izquierda, asociada a un evidente paso a la reserva de una generación de políticos españoles y europeos que, según González, se reconocían en ellos.
Hoy, perdidos los perfiles de los valores que han venido identificando a la izquierda europea, con el contento y beneplácito, tanto de la derecha como de la “nueva izquierda”, cabe plantearse, no solo qué identificará a la izquierda de estas primeras décadas del siglo XXI, sino qué la diferenciará de las posiciones políticas más perdurables de la derecha.
Como creo innecesario reafirmar los principios, valores y formas en los que creo, primero porque quienes me conocen lo saben y segundo porque es intrascendente que los enuncie, me centraré, por ello, en lo que creo que debe ser el eje central de las diferencias conceptuales entre la izquierda española y la derecha, sea esta cavernícola o “aggiornata”.
Mientras que la derecha española seguirá transitando por el mapa democrático ciudadano, haciendo suyas leyes y prácticas que la izquierda en el pasado estableció, y me estoy refiriendo tanto al divorcio, como a los más recientes cambios en temas de igualdad, de matrimonio, de filiación y paternidad, en resumen derechos colectivos que se ejercen de forma privada, la izquierda "moderna" española, estoy convencido que, por la deriva que hoy presenta, se escorará hacia la cesión, filosófica y practica, de terrenos en los que están aposentados los derechos colectivos ciudadanos de coloración igualitaria.
He mantenido recientemente que cada vez con menos presencia, con menos fuerza y con mas renuencia, en el Psoe ni tan siquiera se contempla la posibilidad de elaborar alternativas legales, económicas, laborales, fiscales, comerciales o de cualquier otra índole que se orienten hacia la transformación de las relaciones de dependencia social que en España aún se dan, si de clásicas se trata, o de nuevas dependencias que el reciente devenir está imponiendo, contando con la vista gorda de nuestros actuales próceres.
Y puesto que la inercia de 121 años de historia afortunadamente aún perdura, a pesar de los esfuerzos que por enterrarla se vienen haciendo desde el año 2000, esta inercia, esta memoria histórica, que en el acerbo individual y colectivo español, sigue identificando esas siglas con conceptos tales como entrega, abnegación, respeto, sacrificio, hace, que individuos y grupos sociales, aun de forma voluntarista, tengan hoy dificultad para encontrar coherencia entre ese acerbo histórico y los hechos, la realidad, que hoy día es la práctica política de quienes rigen los destinos de este centenario partido, y que en la coincidencia o en la discrepancia todos asignaban, todos venían reconociendo, antaño, sin esfuerzo, al PSOE.
De aquí que muchos ciudadanos, incluso cada vez mas militantes, aun haciendo un esfuerzo de comprensión, no alcanzan a ver en qué se diferencia este PSOE de una derecha europea civilizada, relativista, tan internacionalista como el que mas, y con un “suficiente” carácter social, que desgraciadamente aun no tenemos en España.
Y es que la clave diferenciadora final entre derecha e izquierda, en el tiempo, en la época que se quiera, en las circunstancias que se desee, sea uno antiguo o moderno, es y será siempre la igualdad. Este valor es el que quita y da titulos de legitimidad a quienes se llamen de izquierda, y desafortunadamente, hoy, en la práctica de quienes dirigen el partido y el gobierno, la igualdad, mas allá de la de genero y aún queda mucho camino, ni está, ni se la espera. De ahí la confusión y el alejamiento ciudadano.
Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que echar a perder, depravar, dañar y/o pudrir son sinónimos, uno a uno o conjuntamente, de corromper.
Lo dice el diccionario, yo lo comparto, y me malicio que muchos ciudadanos pudieran estar en esta misma situación, rechazando la actual corrupción, de la cual, la acepción tercera del mismo diccionario, establece que es el “vicio o abuso introducido en las cosas no materiales”; y por concluir mi homenaje al valor de las palabras y con ello a la Academia, sumaré que la primera derivación de este mismo término, corrupción, dice que es “en las organizaciones, especialmente en las públicas, practica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”.
Más precisión, imposible.

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