lunes, 29 de junio de 2009

SIN REMEDIO

Hace unos días comí con unos antiguos y queridos compañeros, de los pocos con los que aun discrepando se pueden hacer unas risas, y así, disfrutar mas de la conversación que de la comida. Gente sana y moderada que, a su manera, lamentan el cariz de los hechos zapateristas.
Como antiguos militantes de la FSM siguen imbuidos de la supuesta necesidad de hacer algo para que el ahora llamado PSM recupere presencia ciudadana y poder político. Lo consideran esencial, y a la vista del acelerado declive electoral, estiman que iniciar un proceso de primarias para la elección de candidatos que encabecen las listas municipal y autonómica de Madrid puede ser un buen mecanismo para recuperar presencia y legitimidad menguante.
Siempre he tenido al compañerismo y, más, a la amistad, como dos de los valores que habrían de guiar relaciones y afectos, y es por ello que el viernes eludí negarles a esos compañeros la mayor. Callé, que con o sin primarias en Madrid, en tanto que el zapaterismo reine en Ferraz y en Moncloa y que consecuentemente la identidad pública del PSM sea la de un grupúsculo de asentidores tan interesados en su progreso como desconocedores y desinteresados de lo que socialmente les rodea, -mentira oficial, desigualdad, injusticia y corrupción económica generalizada-, nunca el electorado madrileño, el “leído y escribido”, ese al que despectivamente algunos progresistas llaman la infiel izquierda ilustrada o exquisita, la que los lleva condenando al ostracismo político desde hace veinte años, la que podría darles identidad y poder, esa izquierda seguirá rechazándoles tanto si hacen como si no hacen primarias.
Esos ex compañeros, gente preparada y con experiencia, con neuronas y saber muy por encima de la media militante, estando dentro de la “riada” zapaterista, pareciera que no pueden sacar su cabeza unos centímetros por encima del agua oficial y atisbar que lo que provoca desconfianza política en esos ciudadanos es la sumisión del PSM a las imposiciones de Zapatero, que es rechazo lo que ese electorado opone a la falsedad continua entre lo que en Ferraz y Moncloa se verbaliza y lo que en ambos sitios hacen, y que ese seguidismo, para esa izquierda crítica, desaloja la proximidad del PSM a los problemas sociales y económicos que determinada clase social madrileña soporta de forma creciente.
Desde hace muchos años, esa izquierda, la que fue capaz de analizar dichos y hechos, tanto entonces de la FSM, como ahora del PSM, y concluir que de mentiras, ni una y de engaños y abusos, menos, siempre ha rechazado a todo lo que ha olido a timo zapaterista. Ahí están los hechos, lo cuales, tozudos, demuestran que cuando por única y exitosa vez el PSOE madrileño adopta una posición claramente diferenciada del zapaterismo oficial y un candidato tan poco telegénico, bajito, y casi aburrido como fue Rafa Simancas reivindica valores de justicia, equidad y compromiso social, solo entonces se logra que ese mensaje socialdemócrata cale en la sociedad madrileña, y esa izquierda, infiel por informada y leal a sus principios, actúa en consecuencia y le da la victoria que se alcanzó en el 2003.
Puede que haya otras razones que condicionen a estos ciudadanos que al PSOE condenan de forma indefinida a la oposición, lo que es evidente es que todas las intromisiones del zapaterismo en Madrid se han traducido en perdida de cuota electoral, hecho tan evidente como que las facturas de esas derrotas electorales las han pagado siempre los que con Pepiño y Zapatero han pactado a espaldas de los militantes y en contra de los ciudadanos madrileños, que siguen necesitando, como el resto de los españoles, de un autentico partido socialdemócrata que introduzca formas de comportamientos democráticos y objetivos de justicia y verdad en un sistema en el cual, con el esfuerzo de todos los actores políticos, la democracia está agónica.
De ahí que lo de Madrid, mientras el PSM siga la flauta del Hamelin zapateriano, sencillamente, no tenga remedio. Como en Valencia. Como en Murcia. Como en Castilla-León. Como en Galicia. O en sentido contrario pero con el mismo objetivo, hay que preguntarse por qué no ocurre lo mismo en Cataluña, donde la identidad del PSC es pero que muy distinta de la ferraciana, tanto para bien como para mal. O en Extremadura, donde Rodríguez Ibarra construyó sólidos e igualitarios pilares educativos y asistenciales que son los que están permitiendo que Extremadura avance económicamente.
Lo dicho, lo del PSOE en Madrid no tiene remedio, ya que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor político que el que vende su alma al poder.

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