lunes, 7 de julio de 2008

LA OTRA MEMORIA HISTORICA

No tengo nada en contra hacia la justa reivindicación de quienes desean que los hechos históricos de muerte y represión ocultados por el franquismo y sus herederos sean de una vez puestos de manifiesto y las víctimas y sus deudos obtengan el reconocimiento que la sociedad española, si es que toda ella ya es además de democrática, justa.
Pero hay otra memoria histórica que parece que ha de pasar desapercibida, olvidada si no ocultada, tanto por los que se sienten ofendidos por que les recuerden los abusos de sus predecesores como por parte de aquellos que son los directos herederos de una historia más pretérita que la anterior y también más transcendente.
Me estoy refiriendo a la historia de los movimientos de liberación social que en el siglo XIX alumbraron en primer lugar a los sindicatos de clase y posteriormente, fruto de la necesidad, a los partidos políticos que como el Psoe no eran más que el instrumento de la lucha política de los trabajadores con los medios que las democracias burguesas ponían a su limitada disposición.
Muchos estimarán que esto es retrotraerse a épocas superadas, trasnochadas y afortunadamente, dirán, reconducidas. Lo malo es que el conjunto de esos muchos que así hoy califican el recuerdo de esa época, me temo que está compuesto, yo diría que a partes iguales, por los que antaño eran los adversarios naturales, en lo laboral y en lo político de los trabajadores, y lo que es peor, por todos aquellos que escudados en una modernidad tan difusa como premeditadamente confusa, habitan territorios de la izquierda política que, heredados de sus antecesores, han transformado fincas en las que los otrora adversarios, de la mano de los social-liberales, medran y se sienten como en su casa.
Parece que ya nadie quiere recordar, no tanto el contexto histórico en que nació y se desarrollaron las luchas por la emancipación de los trabajadores, que si, sino las causas que a tal lucha les impelieron y los ideales con que alimentaron su constancia. Parece que recordar que las características del capitalismo de entonces, -el abuso y la injusticia, la miseria, el hambre, la inseguridad y la ausencia de horizontes colectivos y personales-, es de mal gusto, y hoy, a decir de todos los que se sienten agradablemente instalados en el sistema, la derecha y los social-liberales del Psoe, las condiciones sociales no son las mismas. Y es cierto, pero ellos se quedan en esa justificación sin querer ver que tanto abuso había entonces con unas formas como hoy con otras, tanta injusticia sufrían los que menos tenían, como hoy la sufren los mismos, aunque estos cuenten con más medios materiales, tanta miseria y hambre, si no mas, ha exportado el capitalismo fuera de sus límites territoriales, el primer mundo, como antaño producía en sus propios dominios, tanta inseguridad y falta de horizontes colectivos e individuales había antaño en las vidas de los que dependían de la voluntad del patrono como hoy la sufren jóvenes, becarios, mileuristas e infinidad de hipotecados. Y por añadidura, ya que añadido histórico es el hallazgo que del siglo XIX al XXI ha hecho el capital, las clases dominantes y sus gestores obsequian a sus supeditados con la repercusión de los costes de las crisis que solo ellos producen.
Cabe preguntarse qué hacen unos y otros ante tal realidad. Unos, la derecha, convivir plácidamente con los problemas que sus patrocinados generan, y otros, los social-liberales del Psoe, los dilapidadores de la herencia de la izquierda histórica, se están especializando en generar nubes de humo a las que llaman izquierdismo cuando lo que quieren decir es republicanismo. Pero lo sustancial es que unos y otros en los temas en los que ya los clásicos demostraron que pueden, de ser modificados, liberar auténticamente a los trabajadores, esos temas, los económicos, son objeto de veneración en intocable y oculto relicario.
Esta es su realidad y esta ha de ser la memoria histórica a recuperar por quienes se sientan de izquierda en unas sociedades injustas y desequilibradas, donde la desigualdad crece, donde cada vez más se discrimina no solo en razón de sexo, raza y religión, sino en la sin razón del origen, del conocimiento y de la edad. Su realidad es la contradicción, y la más ofensiva de ellas es la que alaba a los jóvenes por su preparación, los induce al consumo desenfrenado, les señala metas puramente hedonistas, y a la vez los castiga al desempleo, a la inseguridad, a la dependencia y por ello a la sumisión; y al tiempo, en el otro extremo del camino vital de las personas, a los mayores los aparta hasta por cuestiones estéticas, sus conocimientos se consideran desfasados, sus experiencias se desprecian y a la vez se les demanda que se reciclen en los conocimientos adquiridos y alarguen tanto jornada de trabajo como el momento de la jubilación. No caben mayores contradicciones.
Pero lo más llamativo a efectos sociales y políticos es, que tanto los defensores del capital, por genética de clase social, como los nuevos socios, tanto los sindicatos como los partidos de ellos emanados, han renunciado, no hace tanto, no solo a luchar por la libertad, por la igualdad, por la solidaridad, y por la justicia, es que se han convencido de la conveniencia, su conveniencia, de adaptarse al modelo triunfante, y aparentan competir por ser sus gestores en unos turnos pacíficos envueltos en atuendos de apariencia democrática que ocultan la total y absoluta coincidencia de los intereses que ambos comparten. Esta coincidencia estratégica de intereses es la pervivencia y permanencia del sistema capitalista sin alteración alguna de los resortes de supeditación que el poder del dinero confiere a quien lo detenta y a quienes los gestionan sin cuestionarlos.
Esta es la razón por la que en el 37 congreso federal del Psoe de Zp no ha habido debate sobre temas económicos. Otra cosa es que en las resoluciones aprobadas no se contemple el modelo social y económico de los social-liberales, que sí, vaya que sí se contempla. Pero esto es segundas partes, y como dice el dicho, nunca las hubo buenas.

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