jueves, 17 de julio de 2008

¡YA ESTA BIEN!

Parece que jamás tendrá fin el ansia, la voracidad de las comunidades autónomas para devorar los recursos que los ciudadanos ponemos en sus despilfarradoras manos. Parece que no solo no tendrán fin sus apetencias, sino que papá Estado Central está dispuesto a seguir regalando a estas hijas gastonas, caprichosas, derrochonas y corruptas, no solo lo que no está escrito, sino lo que no recaudan, ya que hasta la capacidad normativa en mas tributos parece que se les va a transferir.
Después de treinta años de experiencias descentralizadoras tenemos una organización administrativa y política cada día más cabezona, más distante de los intereses de los ciudadanos, más egocéntrica, menos eficiente, más cara, y que presta unos servicios palpablemente peores que cuando fueron transferidos.
Hoy con alguna excepción que confirma la regla, la sanidad, las sanidades, autonómicas son peores, más caras, más masificadas y con listas de espera que producen hasta muertes de pacientes no atendidos a tiempo. Hoy, a pesar de los profesionales que tanto a la sanidad como a la educación pública y a los servicios sociales dedican tiempo y esfuerzo, se ven desbordados por los intereses económicos que en todos los territorios han invadido y condicionado la prestación de estos pilares básicos del mal llamado estado del bienestar. Hoy en resumen los ciudadanos reciben menos por sus impuestos, y lo que reciben es de peor calidad. Hoy, de no haber rectificación y nada apunta en ese sentido, se puede constatar el fracaso del modelo de la estructura del estado democrático.
Y se está fracasando porque se ha incentivado el localismo, el patrioterismo de lo mío, de lo pequeño, de la identidad artificial, en vez de alentar la identidad de la globalidad ,aun en el respeto a la diferencia, pero sin caer, como ya se ha santificado, en la guerra de identidades y en la confrontación de intereses que habrían de ser complementarios en lugar de contrapuestos.
De esta situación en la que el lenguaje también ha cooperado a ahondar distancias, nacionalidades, nacionalidades históricas, regiones, se ha derivado una competencia siempre desleal con los ciudadanos por la cual las diferentes clases políticas autonómicas se han venido justificando a sí mismas con el remoquete de “me debo a los ciudadanos de …….” (Póngase el nombre de la nacionalidad que se desee), y bajo esta fórmula se han abandonado principios que en derecha y en la supuesta izquierda eran los que habían venido identificando históricamente la concepción nacional que cada uno de esos partidos tenia.
Hoy pesan más los intereses partidarios de Psoe y Pp en cada una de las regiones que el interés nacional, si es que este sigue existiendo. Hoy se da por bueno que se favorezca la anorexia del Estado Central, cuando todos sabemos que esta es la única instancia que podría, de así quererse, homogeneizar lo más básico para los ciudadanos, los derechos colectivos e individuales y la igualdad en el ejercicio de los mismos, porque no es de recibo, desde la más elemental óptica igualitaria, que por vivir en tal o cual “nacionalidad” los derechos y servicios que los ciudadanos ejerzan y reciban sean diferentes en cuantía o en calidad.
Pero a nadie le importa esta sinrazón. Lo importante es que los propios, de nuevo el sectarismo de partido y el egocentrismo de la clase política española, puedan mantener el poder comprando voluntades, estableciendo redes clientelares hasta el punto de generar autenticas aberraciones sociales cuales están siendo los altos niveles de respaldo ciudadano local o regional que declarados y comprobados corruptos obtienen por el simple hecho de repartir migajas de sus felonías.
Y es que además se puede constatar los diferentes grados de eficiencia y eficacia con que se gestionan recursos en un sitio y en otros. Mientras las comunidades autónomas son saco sin fondo y hoguera de carísimas vanidades, el único sistema global que se mantiene en poder del Estado Central, el sistema de la seguridad social es la empresa de servicios más eficiente del país, consume en su funcionamiento menos del 4 % del total de sus recursos y mantiene una prestación de servicios que aun mejorables y merecedores de crítica, crítica que no he ahorrado aquí, no deja de ser la cara de la moneda de la gestión y respeto a los dineros públicos. De aquí mi temor a su partición y/o privatización lo cual supondría que también pasaría a engrosar el lado oscuro del estado derrochón.
Por ello no se debiera aceptar que mientras el Estado Central se siga desangrando económicamente y así, sus capacidades para generar igualdad social, laboral y económica disminuyan, y disminuyen porque se ha renunciado a tales acciones igualitarias, las comunidades autónomas dilapiden esos recursos en establecer más odiosas diferencias entre ciudadanos a los que la ley máxima dice garantizar los mismos derechos y deberes se encuentren donde se encuentren. Es evidente que del dicho, la Constitución, al hecho, la práctica diaria de la clase política, va un larguísimo y me temo que irrecuperable trecho.
No es cuestión de en este tema sacar patrioterismos trasnochados a relucir, tan solo aplicar lo que los más conspicuos liberales de uno y otro lado reclaman en otros campos, eficiencia y eficacia en la gestión de los recursos públicos, a lo cual, y como un servidor, de liberal, nada de nada, yo añadiría austeridad e igualdad de la otra, no de la de la “miembra”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Coincido en líneas generales con lo que planteas, aunque sobre el tema de la financiación autonómica habría mucho que debatir. Algo que por cierto, no harán nuestros políticos, sólo interesados en pastelear acuerdos que eviten precisamente ése y otros debates ciudadanos.

Un saludo.