Desde que, en calidad de concejal del ayuntamiento de Madrid, hace algo más de dos años, comprobé que no importa la incompetencia, sino la demagogia, que se prima el vasallaje, no la capacidad de análisis y el criterio propio, que es más valioso odiar que razonar, que la frivolidad vale más que el trabajo constante y organizado, que la utilización de los medios de comunicación es una herramienta de progreso personal, que la corrupción mental, el corporativismo de cargo y el sectarismo, son factores que indician y marcan la política municipal por parte del Psoe madrileño, a semejanza de lo que sucede a otros niveles,…. todos estos factores han sido los desencadenantes, primero, de mi hartazgo, después, de mi denuncia en sede partidaria, mas tarde ya pública, limitadísima a este blog, para finalmente, decidirme a dar el paso que venía meditando desde entonces, abandonar mi militancia en el Partido Socialista Obrero Español.
Después de casi treinta años de militancia, este ya no es mi partido. No lo reconozco como heredero de la historia de Iglesias, Besteiro, Largo Caballero, Araquistaín, Giner de los Ríos y, aunque me pudieran desmentir, los actuales detentadores del poder en el Psoe, tampoco son, para mí, dignos sucesores de González y Guerra.
Han abdicado de cualquier ensoñación, de cualquier utopía de transformación social, están instalados en la molicie de un sistema que genera mucha riqueza pero no deja participar de ella a la inmensa mayoría. No quieren cambiar las relaciones de dependencia social que atenazan al común de los ciudadanos, por mucho que la calidad de vida haya mejorado, propinas del poder, pero con ella, también se han incrementado las ataduras de dependencia, vivienda, hipotecas, tipos de interés, “esclavismo” laboral, contratos basura, “mileurismo”, discriminación laboral consentida respecto a salarios de la mujer trabajadora, explotación laboral de la emigración, dedicación de los superávits del Estado a amortizar deuda, mientras el gasto social respecto a la Europa de los 15, baja, disminución del salario medio de los trabajadores por cuenta ajena, descenso de la participación de las rentas del trabajo en la renta nacional.
Tantos y tantos datos que avalan que la política del zapaterismo es solo pancartas tras las que se esconden ansias de poder y connivencia con los grandes poderes, intactos, de este país.
Y además, la democracia, cada vez más desaparecida. Si discrepas, vetos, represión, discriminación y represalias. No solo no se cumple la ley común, ni tan siquiera la ley interna del partido que voluntariamente se han dado. El sátrapa, se permite, y no está legitimado para ello, destituir a secretarios generales regionales que habiendo sido elegidos democráticamente, son sus electores los únicos que debieran poder apartarlos. Pero no. Así entienden la democracia. El partido para ellos es el medio que les permite detentar el poder, y este, en si mismo, lo consideran un fin, no una herramienta que en sus manos ha de ponerse al servicio de los demás.
Y si lo anterior es así, y para mí lo es, y además, el culto a la personalidad, permítaseme la expresión, actúa como droga que anula el normal funcionamiento de los centros cerebrales, personales y colectivos, de análisis y critica, el nombre que tal situación merece es absolutismo, eso sí, con urnas cuatrienales.
Que alguien me diga si esto es compatible con la identidad histórica del PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL.
Siempre me he sentido socialdemócrata, y como quiero seguir siéndolo, tengo que salir de donde no solo no puedo serlo, sino que además hoy, en el Psoe, yo no encuentro ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad.
Después de casi treinta años de militancia, este ya no es mi partido. No lo reconozco como heredero de la historia de Iglesias, Besteiro, Largo Caballero, Araquistaín, Giner de los Ríos y, aunque me pudieran desmentir, los actuales detentadores del poder en el Psoe, tampoco son, para mí, dignos sucesores de González y Guerra.
Han abdicado de cualquier ensoñación, de cualquier utopía de transformación social, están instalados en la molicie de un sistema que genera mucha riqueza pero no deja participar de ella a la inmensa mayoría. No quieren cambiar las relaciones de dependencia social que atenazan al común de los ciudadanos, por mucho que la calidad de vida haya mejorado, propinas del poder, pero con ella, también se han incrementado las ataduras de dependencia, vivienda, hipotecas, tipos de interés, “esclavismo” laboral, contratos basura, “mileurismo”, discriminación laboral consentida respecto a salarios de la mujer trabajadora, explotación laboral de la emigración, dedicación de los superávits del Estado a amortizar deuda, mientras el gasto social respecto a la Europa de los 15, baja, disminución del salario medio de los trabajadores por cuenta ajena, descenso de la participación de las rentas del trabajo en la renta nacional.
Tantos y tantos datos que avalan que la política del zapaterismo es solo pancartas tras las que se esconden ansias de poder y connivencia con los grandes poderes, intactos, de este país.
Y además, la democracia, cada vez más desaparecida. Si discrepas, vetos, represión, discriminación y represalias. No solo no se cumple la ley común, ni tan siquiera la ley interna del partido que voluntariamente se han dado. El sátrapa, se permite, y no está legitimado para ello, destituir a secretarios generales regionales que habiendo sido elegidos democráticamente, son sus electores los únicos que debieran poder apartarlos. Pero no. Así entienden la democracia. El partido para ellos es el medio que les permite detentar el poder, y este, en si mismo, lo consideran un fin, no una herramienta que en sus manos ha de ponerse al servicio de los demás.
Y si lo anterior es así, y para mí lo es, y además, el culto a la personalidad, permítaseme la expresión, actúa como droga que anula el normal funcionamiento de los centros cerebrales, personales y colectivos, de análisis y critica, el nombre que tal situación merece es absolutismo, eso sí, con urnas cuatrienales.
Que alguien me diga si esto es compatible con la identidad histórica del PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL.
Siempre me he sentido socialdemócrata, y como quiero seguir siéndolo, tengo que salir de donde no solo no puedo serlo, sino que además hoy, en el Psoe, yo no encuentro ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad.
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