No es lo mismo, ni mucho menos.
Las diferencias más visibles de ambas concepciones políticas son que para la tradición republicana española, de honda raigambre democrática y depositaria de todo un acerbo de cultura cívica, que para muchos raya en el mito, lo nuclear de su identidad es la defensa de los valores y derechos individuales, la concepción ordenada de las relaciones sociales conforme a criterios de merito y capacidad, y un laicismo estatal connivente con otras muy distintas practicas, mientras que la socialdemocracia, el socialismo, adelantado de estos principios y valores, va mucho más allá y deposita en la igualdad la clave de su edificio ideológico.
Así, el republicanismo nunca cuestiona los diferentes niveles de aplicación de libertad e igualdad, mientras que para los socialdemócratas desequilibrios en los niveles prácticos de libertad e igualdad, vienen a demostrar altas dosis de injusticia.
De otro lado el no cuestionamiento de las relaciones sociales dependientes, la implícita aceptación de diferencias en la posibilidad de que un determinado individuo pueda ejercer sus derechos dependiendo del grado de supeditación, jurídica, laboral, o económica que le afecten, hacen del republicanismo un respetable compañero de viaje de los socialistas, pero en forma alguna su sustituto ideológico.
La socialdemocracia contiene dosis de rebeldía y ánimo de transformación a los que no ha llegado nunca ni llegará el más furibundo republicanismo, si tal, a si mismo se denomina.
La cuestión es que hay republicanos que se dicen socialistas y no lo son.
Las diferencias más visibles de ambas concepciones políticas son que para la tradición republicana española, de honda raigambre democrática y depositaria de todo un acerbo de cultura cívica, que para muchos raya en el mito, lo nuclear de su identidad es la defensa de los valores y derechos individuales, la concepción ordenada de las relaciones sociales conforme a criterios de merito y capacidad, y un laicismo estatal connivente con otras muy distintas practicas, mientras que la socialdemocracia, el socialismo, adelantado de estos principios y valores, va mucho más allá y deposita en la igualdad la clave de su edificio ideológico.
Así, el republicanismo nunca cuestiona los diferentes niveles de aplicación de libertad e igualdad, mientras que para los socialdemócratas desequilibrios en los niveles prácticos de libertad e igualdad, vienen a demostrar altas dosis de injusticia.
De otro lado el no cuestionamiento de las relaciones sociales dependientes, la implícita aceptación de diferencias en la posibilidad de que un determinado individuo pueda ejercer sus derechos dependiendo del grado de supeditación, jurídica, laboral, o económica que le afecten, hacen del republicanismo un respetable compañero de viaje de los socialistas, pero en forma alguna su sustituto ideológico.
La socialdemocracia contiene dosis de rebeldía y ánimo de transformación a los que no ha llegado nunca ni llegará el más furibundo republicanismo, si tal, a si mismo se denomina.
La cuestión es que hay republicanos que se dicen socialistas y no lo son.
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