domingo, 15 de junio de 2008

NOTA DOMINGUERA

Lo que sigue no es una simple nota, es mucho más. Es un acertado articulo de Juan Torres Lopez que bajo el titulo de "Derecha e izquierda en la economía europea" ha publicado en Sistema Digital.
"El acuerdo de los ministros de Trabajo europeos para permitir jornadas laborales de 65 horas es plenamente simbólico y expresivo de lo que significan los gobiernos de la derecha en toda su extensión.Por un lado, ponen de relieve que las diferencias entre gobiernos más o menos socialdemócratas y otros prácticamente de extrema derecha como el italiano no son ni mucho secundarias o de matiz sino que afectan directamente al corazón mismo de los derechos fundamentales y sociales que tanta tiempo y tantas vidas, como en el caso de la jornada laboral, costaron conseguir.
Es una muestra palpable, por tanto, de que en política (y especialmente en relación con la economía) no conviene ver las cosas en blanco y negro, sin percibir los matices y dando por hecho que todos los gobernantes son exactamente iguales.
La realidad, como muestra este acuerdo y tantas otras experiencias de gobierno, es que si se deja volar a la derecha, si se cede en los resortes sociales de contrapoder que permitan ponerle frente se llega a donde estamos empezando a llegar en Europa.
Y por otro lado, el acuerdo es también expresivo del maridaje tan estrecho que existe entre la derecha y los grandes poderes empresariales, lo que indica, en consecuencia, que si los gobiernos de izquierda quieren realmente diferenciarse de ella han de empezar por romper esos lazos, haciéndolos transparentes y sometiéndolos al filtro de los poderes representativos.
No es casual seguramente que las diferencias entre estas propuestas de la derecha europea y las posiciones de la izquierda socialdemócrata más responsable y comprometida se hayan hecho también patentes estos días en el análisis de la crisis.
La carta firmada por Delors, Santer, Schmidt, Jospin, Rocard, Göran Persson y otros dirigentes socialdemócratas europeos (en la que significativamente falta la firma de Felipe González) es un análisis contundente, directo y radical de lo que está pasando y que sitúa claramente el origen del problema: “un modelo de gobernanza económica y comercial basado en la infraregulación, la supervisión inadecuada y el infrasuministro de bienes públicos”.
Pero si bien las diferencias entre la derecha y la izquierda, incluso en sus formulaciones más centristas, son palpables a poco que se tenga una mínima capacidad para percibir los matices y tonalidades del discurso y la práctica política, hay algo que no solo no conviene olvidar sino que resulta especialmente pertinente resaltar cuando se lee la carta de estos dirigentes.
Es verdad que la pretensión de la izquierda en el gobierno es diferente y que casi siempre que gobierna llega más lejos, socialmente hablando, que la derecha. Pero lo que sucede es que esto no es suficiente si al mismo tiempo se ha asumido y articulado el modelo neoliberal, las bases que pueden permitir más adelante lecturas más de derechas de las relaciones económicas.
Y eso es lo que le ha pasado a la izquierda europea que ha gobernado en los últimos años. Los que ahora firman una carta radical y contundente fueron en realidad los que pusieron las bases que han permitido que pase lo que hoy día está pasando en la economía europea, aunque eso fuera, y a mí ni me cabe de eso la menor duda, con la intención de evitar que se produjera entonces la deriva que hoy día denuncian y frente a la que reclaman soluciones.
Desgraciadamente, fue la izquierda la que estableció las coordenadas que ahora permiten moverse con toda comodidad a la derecha.
Fueron los mismos dirigentes que ahora critican que las finanzas y los mercados gobiernen Europa los que le concedieron ese privilegio y los que antepusieron el avance en las cuestiones monetarias frente a las relativas al entramado institucional representativo, de modo que si bien es verdad que su actual llamada de atención es bienvenida, también resulta inevitable pensar que si hubieran gobernado con principios más auténticamente de izquierdas (incluso simplemente socialdemócratas) y no neoliberales, quizá no estaría pasando lo que ahora les preocupa.
Desgraciadamente, no basta lograr avances tímidos (o incluso grandes) cuando se gobierna si se hace estableciendo condiciones que permitan que más tarde se les dé la vuelta para retroceder como ahora está ocurriendo.
Y para que ello no ocurra lo principal seguramente sea lograr que los gobiernos de la izquierda sirvan, sobre todo, para consolidar una ciudadanía diferente, más responsable y participativa; una democracia más avanzada, más auténtica en lo formal y deliberativa; y unas relaciones económicas más al servicio de la actividad realmente productiva y generadora de empleo y no de las finanzas y del beneficio especulativo".

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