Reagan y Thatcher, con el decidido apoyo de un anticomunista feroz, Woytila, convienen en lanzarse a una carrera armamentista que soportada en un respaldo económico sin fisuras de sus respectivos sistemas, provocaría la respuesta de igual magnitud y el mismo sentido de los oponentes ideológicos del otro lado, en la seguridad de que la muy diferente potencia de los distintos sistemas de producción, conduciría a los que aceptasen el agresivo reto occidental a un colapso económico que devendría en derrota final del sistema comunista. Y así fue.
De por medio, una larga guerra en Afganistán les sirvió para incrementar el desgate económico y anímico de una sociedad como la soviética que en aquel su Vietnam, encontró el principio de su fin. No fue casual que en el mismo año, 1989, coincidiesen la retirada rusa de Afganistán y la caída del muro de Berlín, y dos años mas tarde, la separación de Ucrania, Rusia y Bielorrusia, lo que determinó la desaparición de la Unión Soviética.
Desaparecido el oponente bélico, económico e ideológico, el campo económico mundial quedaba expedito a la implantación total, y casi totalitaria, del sistema económico triunfante.
Para ello, durante esos años habían fortificado dos componentes imprescindibles para su posterior dominio, uno, la apertura total de las fronteras al comercio mundial y la consiguiente desaparición del proteccionismo nacional, -menos el de los países dominantes-, y dos, de forma inicialmente anecdótica, el establecimiento universal del sistema que les permitiría mover capitales de forma instantánea y gratuita, la red, Internet, y la consiguiente revolución en las comunicaciones.
El resultado, un mundo capitalista absolutamente globalizado en el que decisiones tomadas en Wall Street determinaban miseria o fortuna en el más alejado confín del mundo.
Las deslocalizaciones industriales, las inversiones especulativas que tan pronto iban como venían, la generación de productos financieros que despreciaban a la economía productiva, la llamada economía real, facilitaron el camino para su ultimo salto cualitativo, la generación de una artificial y premeditada crisis financiera que basada en el estallido de una rentabilísima burbuja financiera, previamente permitida y aplaudida, les facilitaba, aun con alguna baja en sus filas, ganar la batalla final. La que acaban de obtener tras la rendición incondicional de todos los sistemas democráticos nacionales a sus exigencias de detraer fondos públicos para el reinicio de su actividad financiera tan voluntaria como cautelarmente retenida.
No solo consiguen con esa su actuación detraer fondos públicos que así no se pueden destinar a otros fines de autentico carácter social que en los países avanzados se mantienen, es que con esa determinación generan deficits públicos que han de ser financiados por los estados con emisión de deuda publica, emisiones que el propio sistema financiero, provocador del crak, financiará cobrando sus respectivos diferenciales, pero que finalmente, solo serán los ciudadanos con sus impuestos, los que acabarán soportando el gasto de tan vicioso circulo de explotación económica y social.
Este es el esquema de explotación de su victoria, el que de forma universal están aplicando, y al que aquí, en España, están propinándole una vuelta de tuerca más.
Aquí pretenden derruir el sistema de protección social público, pretenden que vaya, primero reduciéndose y después finalizando el gasto dedicado a mantener un mínimo sistema de prestación de servicios sociales y que esos fondos se destinen a lo que ellos llaman generar actividad económica. Pretenden que el único pilar de un incipiente estado de bienestar, la previsión social publica, el sistema de la Seguridad Social, casualmente con superavits incluso en época de profundísima crisis, deje de ser el cobijo de los que ellos expulsan de su mercado de trabajo. Pretenden que todos los servicios y prestaciones sociales que el Estado suministra a sus ciudadanos pasen a ser otras mercancías comerciales más, solo ligadas a contraprestación dineraria, ya que los derechos sociales, los derechos de ciudadanía solo son, para ellos, oportunidades de negocio.
(Continuará)
De por medio, una larga guerra en Afganistán les sirvió para incrementar el desgate económico y anímico de una sociedad como la soviética que en aquel su Vietnam, encontró el principio de su fin. No fue casual que en el mismo año, 1989, coincidiesen la retirada rusa de Afganistán y la caída del muro de Berlín, y dos años mas tarde, la separación de Ucrania, Rusia y Bielorrusia, lo que determinó la desaparición de la Unión Soviética.
Desaparecido el oponente bélico, económico e ideológico, el campo económico mundial quedaba expedito a la implantación total, y casi totalitaria, del sistema económico triunfante.
Para ello, durante esos años habían fortificado dos componentes imprescindibles para su posterior dominio, uno, la apertura total de las fronteras al comercio mundial y la consiguiente desaparición del proteccionismo nacional, -menos el de los países dominantes-, y dos, de forma inicialmente anecdótica, el establecimiento universal del sistema que les permitiría mover capitales de forma instantánea y gratuita, la red, Internet, y la consiguiente revolución en las comunicaciones.
El resultado, un mundo capitalista absolutamente globalizado en el que decisiones tomadas en Wall Street determinaban miseria o fortuna en el más alejado confín del mundo.
Las deslocalizaciones industriales, las inversiones especulativas que tan pronto iban como venían, la generación de productos financieros que despreciaban a la economía productiva, la llamada economía real, facilitaron el camino para su ultimo salto cualitativo, la generación de una artificial y premeditada crisis financiera que basada en el estallido de una rentabilísima burbuja financiera, previamente permitida y aplaudida, les facilitaba, aun con alguna baja en sus filas, ganar la batalla final. La que acaban de obtener tras la rendición incondicional de todos los sistemas democráticos nacionales a sus exigencias de detraer fondos públicos para el reinicio de su actividad financiera tan voluntaria como cautelarmente retenida.
No solo consiguen con esa su actuación detraer fondos públicos que así no se pueden destinar a otros fines de autentico carácter social que en los países avanzados se mantienen, es que con esa determinación generan deficits públicos que han de ser financiados por los estados con emisión de deuda publica, emisiones que el propio sistema financiero, provocador del crak, financiará cobrando sus respectivos diferenciales, pero que finalmente, solo serán los ciudadanos con sus impuestos, los que acabarán soportando el gasto de tan vicioso circulo de explotación económica y social.
Este es el esquema de explotación de su victoria, el que de forma universal están aplicando, y al que aquí, en España, están propinándole una vuelta de tuerca más.
Aquí pretenden derruir el sistema de protección social público, pretenden que vaya, primero reduciéndose y después finalizando el gasto dedicado a mantener un mínimo sistema de prestación de servicios sociales y que esos fondos se destinen a lo que ellos llaman generar actividad económica. Pretenden que el único pilar de un incipiente estado de bienestar, la previsión social publica, el sistema de la Seguridad Social, casualmente con superavits incluso en época de profundísima crisis, deje de ser el cobijo de los que ellos expulsan de su mercado de trabajo. Pretenden que todos los servicios y prestaciones sociales que el Estado suministra a sus ciudadanos pasen a ser otras mercancías comerciales más, solo ligadas a contraprestación dineraria, ya que los derechos sociales, los derechos de ciudadanía solo son, para ellos, oportunidades de negocio.
(Continuará)
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