miércoles, 6 de mayo de 2009

¿ADAPTACION O DEGENERACION? (y III)

Alguien puede plantearse que ante tales pretensiones pudiera darse una contestación social que arruinase sus planes, pero ese alguien antes de hacer tal afirmación debiera tener en consideración cuatro datos, solo cuatro hechos que en nuestra sociedad se dan y que permiten valorar la posibilidad y la probabilidad de que tal reacción social se produzca.
De un lado, el llamado mercado del trabajo está tan seccionado, tan desestructurado en España que cada vez es menor el número de trabajadores con contratos indefinidos, con una cierta seguridad laboral respecto a su futuro inmediato. Cada vez son mas los que aceptan con naturalidad, -es verdad que impuesta-, la incertidumbre laboral, la explotación, los salarios miniatura, las jornadas interminables, la abdicación mas o menos voluntaria en el ejercicio de los derechos laborales, la frecuentísima entrada y salida de las listas del desempleo, y lo mas sorprendente, tras soportar toda esta panoplia de abusos, cada vez es menor la conciencia de clase de los trabajadores españoles. Resultante de este primer hecho, disponen de una mano de obra, (permítaseme el arcaísmo) sumisa, entregada y resignada a soportar sus imposiciones futuras.
En segundo lugar, a la situación anterior han sumado una frenética actividad despedidora que en quince meses ha llevado a las listas del desempleo a casi dos millones de trabajadores más, logrando que España haya batido su propio record de desempleo, el 17,36 % de la población activa, el doble que la U.E.. Resultante número dos, cuatro millones de trabajadores en la más absoluta precariedad económica, y anímica, predispuestos en su dependencia a aceptar lo que finalmente se les ofrezca.
En tercer lugar, los trabajadores, en España, hace años que dejaron de disponer de la única herramienta que secularmente les había servido de contrafuerte ante las embestidas del capital, los sindicatos de clase. Hoy, los sindicatos, como elementos de equilibrio social, como representantes de los legítimos intereses de los trabajadores han desaparecido. Han desaparecido en el aquelarre de una época de brutales beneficios empresariales que han generado, por la vía de enjuagues económicos, una casta de sindicalistas de lo suyo, unos sindicalistas solo interesados en el pacto que les retribuya y que aleje el conflicto de intereses, perdiendo con ello identidad y utilidad. Resultante numero tres, los trabajadores están inermes ante los futuros ataques que a sus menguantes derechos el capital acometerá.
Finalmente, y puesto que estamos en tan malos tiempos que hay que resaltar lo obvio, es necesario evidenciar que la otra herramienta con la que contaban los trabajadores en la defensa de sus intereses mas allá del plano sindical, los partidos políticos de izquierda, también, como tales, han desaparecido. En todo el ámbito mundial los partidos de izquierda dicen que se han actualizado, que se han modernizado, pero con tales agiornamientos lo único que han conseguido ha sido perder su esencia y su identidad en el mismo grado en que han pasado a convertirse en mecanismos al servicio del adversario contra el que nacieron. Necesario es recordar incluso lo reciente, la disposición, transgresora de lo decente, que el PSOE, mejor dicho, la amplia dirigencia del PSOE, ha prestado a lo mas desvergonzado del especulador empresariado español, la predisposición absolutamente indecente que les sigue conduciendo a disminuir prestaciones sociales basándose en interesadas mentiras, mentiras que son tan interesadas como ellos lo son en servir a sus nuevos intereses económicos. Resultante numero cuatro, la política, y en ella la concepción de las relaciones sociales desde el ángulo de la izquierda, ya, no solo no tiene representante legal, sino lo que es peor, puesto que han montado una barrera legal infranqueable para que nada ni nadie pueda presentar alternativa de izquierda alguna, el capital tiene, también en este terreno, el camino despejado.
Ante estos hechos es evidente que el capital no ha hecho otra cosa a lo largo del tiempo que adaptarse a las circunstancias sin perder un solo gen de su identidad totalitaria. Mientras, los que eran los músculos de los trabajadores, sus sindicatos y sus partidos políticos no solo se han adaptado a las circunstancias imperantes, es que tal adaptación lo ha sido a los intereses del capital y como no podía ser de otra manera, ha devenido en degeneración incurable. Este es el panorama en el que se está desarrollando lo que considero su aplastamiento final. Un aplastamiento que no concederá ni el más mínimo resquicio de supervivencia a unos derechos laborales y de ciudadanía que nadie, a tenor de la resistencia que se está oponiendo, parece interesado en que subsistan.
Así, en el despótico avance del capital, no creo que les falte mucho para conseguir el final real, que no el aparente, de la democracia como sistema de equilibrio en las relaciones sociales, por lo que tampoco queda mucho para que aplasten nuestra la libertad. La colectiva está expirando, y la individual, sin la primera, de poco sirve.

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