Dentro de las clases laborales que en la administración se dan, son los funcionarios de carrera los que cuentan con seguridades y derechos firmes, y que aun sometidos a una amplia liberalidad en su interpretación, ya se sabe que donde más acoso laboral se da es en la administración pública, son el grupo de trabajadores más aposentados en esa selva que es el servicio público.
A pesar de cuestionarse hace decenios que el aprobar una oposición lleve necesariamente aparejado que el puesto de trabajo, prácticamente, sea propiedad del funcionario, y que salvo formulas que rayan en el despotismo, practica también frecuente, ninguno pueda ser removido de su puesto si así no lo quiere el titular, y alguna que otra gabela más que junto a las anteriores aseguran a estos ciudadanos, entre los que me incluyo, una vida laboral mayoritariamente sosegada, y tan tranquila como distante de buena retribución, estos funcionarios acuñaron, respecto a los políticos, un término que manifestaba lejanía y algo de desprecio.
Decían y dicen los funcionarios de los políticos devenidos en altos cargos, más que gestores, meros dirigentes, que no directivos, que son “funcionarios interinos”.
Su situación laboral tan pasajera e inestable cuanto la de aquel que les nombró, su habitual desconocimiento del área para la que se les nombra, y acepto excepciones a esta regla, pero excepción a la postre, su inseguridad que se deriva del anterior desconocimiento, y finalmente, su entrega a aquellos probos, o no tanto, funcionarios de carrera que curtidos con miles de otros altos cargos con perfiles coincidentes, acaban entregándose al sentir y al hacer, sean ambos aceptables o no, de aquellos a los que los trienios han afilado dientes, manos y jabón.
De esta entrega se deriva la correspondiente abdicación de toda idea propia o ajena ,que desde ese nivel u otro superior pretendiera aplicarse, de tal forma que las pocas ideas políticas que pudieran llevar en su ligero equipaje los recién nombrados altos cargos, perecen por asfixia, ya que los funcionarios de carrera, si de algo entienden, entendemos, es sobre cómo encontrar formulas para convencer a estos “interinos” de que lo que pretenden o es imposible, o es ilegal, o lo que es más importante, no le conviene en absoluto a su personal carrera política. Y ante tan irrefutables demostraciones de conocimiento profesional de la materia, sea esta la que sea, el “interino” se rinde y además adquiere instantáneamente y de forma voluntaria el síndrome de Estocolmo, síndrome que en estos casos no precisa de secuestro físico alguno ya que solo se trata de “comerle el coco” al recién llegado, y que yo sepa, el código penal no lo tiene tipificado como delito, pero de lo que pueden estar seguros es que en el código de conducta de los funcionarios de carrera que en cualquier centro directivo corten el bacalao, tal proceder figura grabado a fuego en el decálogo laboral del “buen funcionario”.
Viene todo esto a cuento, porque en no muchos días se procederá a renovar o confirmar a los/las titulares de no sé cuantos ministerios, de las correspondientes secretarias de estado, y de ahí, en cascada, cientos de direcciones generales, delegaciones de gobierno, subdelegaciones y hasta el más recóndito lugar que con carga de trabajo o no, este catalogado, apetitosamente, con un nivel 30, el más alto de la administración, para cada uno de los cuales, seguro que hay al menos un/una “desinteresado/a” pretendiente.
Alguno de ellos/as cumplirá con su deber, más de uno/a puede que sortee las trampas que los de los trienios le pongan, quizás haya alguien que se atreva a doblar el brazo a aquellos que pulsos le echen, pero tengan por seguro que la inmensa mayoría se rendirá al bien vivir y a alejarse tanto de complicaciones como de compromisos políticos o ideológicos previamente adquiridos si es que fue habilidoso/a y engañó a los Zp´boys y con este bagaje llegó a su poltrona.
A día de hoy tengo la seguridad de un interino que es posible que intente seguir, como el conejito de Duracell.
El Tomas Gómez, interino donde los haya, ya que habiendo sido digitalizado por Zp y habiendo fracasado en la “oposición” del día 9 en Madrid, habrá de pagar por los votos perdidos a pesar de que quien encabezaba la lista era el propio Zp. Por esto, y puesto que ni harto de vino se le ocurrirá al chiquito de Parla cantar la verdad del votante a quien realmente ha perdido en Madrid, será cesado allá por octubre o noviembre, y dado que tiene plaza, también de interino, pero ganada en buena lid, por otros tres años en Parla, allá que se irá con viento fresco, si las previsiones otoñales se cumplen.
Tan solo es de temer que si la técnica aplicada en los nombramientos persiste, y de nuevo Zp “actúa”, vistos los precedentes, puede que para la próxima primavera añoremos a este interino.
A pesar de cuestionarse hace decenios que el aprobar una oposición lleve necesariamente aparejado que el puesto de trabajo, prácticamente, sea propiedad del funcionario, y que salvo formulas que rayan en el despotismo, practica también frecuente, ninguno pueda ser removido de su puesto si así no lo quiere el titular, y alguna que otra gabela más que junto a las anteriores aseguran a estos ciudadanos, entre los que me incluyo, una vida laboral mayoritariamente sosegada, y tan tranquila como distante de buena retribución, estos funcionarios acuñaron, respecto a los políticos, un término que manifestaba lejanía y algo de desprecio.
Decían y dicen los funcionarios de los políticos devenidos en altos cargos, más que gestores, meros dirigentes, que no directivos, que son “funcionarios interinos”.
Su situación laboral tan pasajera e inestable cuanto la de aquel que les nombró, su habitual desconocimiento del área para la que se les nombra, y acepto excepciones a esta regla, pero excepción a la postre, su inseguridad que se deriva del anterior desconocimiento, y finalmente, su entrega a aquellos probos, o no tanto, funcionarios de carrera que curtidos con miles de otros altos cargos con perfiles coincidentes, acaban entregándose al sentir y al hacer, sean ambos aceptables o no, de aquellos a los que los trienios han afilado dientes, manos y jabón.
De esta entrega se deriva la correspondiente abdicación de toda idea propia o ajena ,que desde ese nivel u otro superior pretendiera aplicarse, de tal forma que las pocas ideas políticas que pudieran llevar en su ligero equipaje los recién nombrados altos cargos, perecen por asfixia, ya que los funcionarios de carrera, si de algo entienden, entendemos, es sobre cómo encontrar formulas para convencer a estos “interinos” de que lo que pretenden o es imposible, o es ilegal, o lo que es más importante, no le conviene en absoluto a su personal carrera política. Y ante tan irrefutables demostraciones de conocimiento profesional de la materia, sea esta la que sea, el “interino” se rinde y además adquiere instantáneamente y de forma voluntaria el síndrome de Estocolmo, síndrome que en estos casos no precisa de secuestro físico alguno ya que solo se trata de “comerle el coco” al recién llegado, y que yo sepa, el código penal no lo tiene tipificado como delito, pero de lo que pueden estar seguros es que en el código de conducta de los funcionarios de carrera que en cualquier centro directivo corten el bacalao, tal proceder figura grabado a fuego en el decálogo laboral del “buen funcionario”.
Viene todo esto a cuento, porque en no muchos días se procederá a renovar o confirmar a los/las titulares de no sé cuantos ministerios, de las correspondientes secretarias de estado, y de ahí, en cascada, cientos de direcciones generales, delegaciones de gobierno, subdelegaciones y hasta el más recóndito lugar que con carga de trabajo o no, este catalogado, apetitosamente, con un nivel 30, el más alto de la administración, para cada uno de los cuales, seguro que hay al menos un/una “desinteresado/a” pretendiente.
Alguno de ellos/as cumplirá con su deber, más de uno/a puede que sortee las trampas que los de los trienios le pongan, quizás haya alguien que se atreva a doblar el brazo a aquellos que pulsos le echen, pero tengan por seguro que la inmensa mayoría se rendirá al bien vivir y a alejarse tanto de complicaciones como de compromisos políticos o ideológicos previamente adquiridos si es que fue habilidoso/a y engañó a los Zp´boys y con este bagaje llegó a su poltrona.
A día de hoy tengo la seguridad de un interino que es posible que intente seguir, como el conejito de Duracell.
El Tomas Gómez, interino donde los haya, ya que habiendo sido digitalizado por Zp y habiendo fracasado en la “oposición” del día 9 en Madrid, habrá de pagar por los votos perdidos a pesar de que quien encabezaba la lista era el propio Zp. Por esto, y puesto que ni harto de vino se le ocurrirá al chiquito de Parla cantar la verdad del votante a quien realmente ha perdido en Madrid, será cesado allá por octubre o noviembre, y dado que tiene plaza, también de interino, pero ganada en buena lid, por otros tres años en Parla, allá que se irá con viento fresco, si las previsiones otoñales se cumplen.
Tan solo es de temer que si la técnica aplicada en los nombramientos persiste, y de nuevo Zp “actúa”, vistos los precedentes, puede que para la próxima primavera añoremos a este interino.
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